Tulsidas fue un gran devoto del Señor Rama, que vivió en el norte de la India en el siglo XV de la era común. Su devoción por Rama no tenía límites. Vivía cantando Su Nombre, vagando por la India sin hogar fijo. Escribió el Sri Ramacharitamanasa, el texto devocional más importante en India del Norte. Todos le consideraban un hombre de gran santidad. Su vida se narra en el Sri Bhaktavijaya.
Durante una época, Tulsidas vivió en Varanasi (Benarés) donde escribió algunas de sus obras más importantes. En esa época, solía vivir en un templo de Shiva, en el cual podía alimentarse de la comida ofrecida a la deidad. Esta comida ofrecida o Prasadam se considera altamente sagrada y purificadora.
Un día, hacia el mediodía, un hombre se acercó al templo con lágrimas en sus ojos. Le dijo “Oh, Tulsidas, por el amor de Rama, dame algo de comer. Soy un hombre indigno. Soy un asesino. He matado a muchos hombres. No tengo justificación”. Tulsidas miró al hombre con gran compasión. Le dijo “has pronunciado el nombre de Rama. Ven conmigo”.
Tulsidas le dio el alimento ofrecido al Señor. Comieron juntos. Tulsidas tomó alimento de las manos de aquel asesino. Al finalizar el almuerzo le dijo: “amigo, ve en paz. Todos tus pecados han sido borrados”.
Algunos brahmanas que había allí le reprendieron severamente: “Oh, Tulsidas, eres un gran santo, pero esto es inadmisible ¡Este hombre es un asesino! Sus pecados son muy graves. Ha matado a gente por codicia ¿Cómo puede haber sido perdonado? ¿Aún más, cómo puedes tú perdonarle? Te has vuelto impuro al compartir tu comida con él y tomar alimento de sus manos”.
Tulsidas, sin decir una palabra, cogió al asesino de las manos y lo llevó a la puerta del templo. En todos los templos de Shiva, frente a la deidad, hay una estatua del toro Nandi, la montura de Shiva. Nandi representa el Dharma, la justicia y el camino recto. Tulsidas dio al asesino un poco de fardo y pidió que lo ofreciera a la imagen de piedra de Nandi. Ante los ojos de los brahmanes sucedió algo milagroso. La estatua de piedra tomó el fardo y comió de las manos del asesino.
Los brahmanes, atónitos, cayeron a los pies de Tulsidas rogando su perdón. “Oh, queridos brahmanes” dijo Tulsidas “Sois muy instruidos en los Vedas, pero no hay compasión en vuestros corazones. No tenéis fe en la misericordia del Supremo Señor Rama. El arrepentimiento de este hombre es sincero. ¿Creéis acaso que esto pasará por alto al Uno sin segundo? Los hombres tienen corazones duros. Les cuesta perdonar incluso una pequeña ofensa. Pero Bhagavan, el Señor, puede perdonar incluso el más terrible de los pecados si siente verdadero arrepentimiento en Su criatura”.
¡Queridos amigos! Recordemos siempre estas palabras. No confiemos en las ideas de pecado mortal o condenación eterna. No hay ofensa tan grande que pueda opacar al alma para siempre. Puesto que el alma es una chispa del Señor, el Bien Supremo, nunca puede ser apagada por completo. Nunca pensemos que somos indignos. Si hay verdadero arrepentimiento no hay mancha en nuestro corazón que no pueda ser lavada. Cantemos con devoción: Sri Rama Jaya Rama, Jaya Jaya Rama…
Shloka:
Nīlāmbuja-śyāmala-komalāṅgaṃ,
Sitā -samāropita -vāma - bhāgam.
Pāṅau Mahā-sāyaka-cāru-cāpam,
Namāmi Rāmaṃ Raghu-vaṃśa-nātham.
Me inclino ante Rama, cuyo color de piel se asemeja a un loto azul oscuro, de cuerpo delicado, quien tiene a Sita sentada a Su izquierda, quien lleva consigo el poderoso arco y la flecha en Su mano, quien es el Señor, nacido del linaje de Raghu.
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