El ritual más conocido en la tradición hindú es la ceremonia de adoración llamada puja. El origen de la puja está en los rituales de fuego de la época védica, en los que se ofrecían toda clase de elementos al fuego sagrado, Agni. Antiguamente no había pujas, y el ritual celebrado era el dicho sacrificio de fuego o yajña. En los lugares en los que no era posible encender fuego, se comenzó a sustituir el altar por una imagen de la Divinidad a la que se le hacían las ofrendas. Así se fue configurando lo que hoy llamamos Puja.
La etimología de la palabra es variada, por ser muy antigua. Habitualmente se traduce como “adoración” u homenaje”. Algunos eruditos sugieren que la sílaba “Pu” viene de “Pushpa”, flores; y la sílaba “Ja” viene de “Yaga”, ofrecer. Así, Puja sería el acto de ofrecer flores. Sin embargo, otra interpretación explica que “Pu” proviene de “Purnam”, plenitud, y “Ja”, de “Janayati”, alcanzar o llevar. Por lo tanto se dice: Purnatvam Janayati iti Puja “Aquello por lo que se alcanza la Plenitud es Puja”.
La primera mención a la Puja en las Escrituras está en los milenarios Grhya Sutras. Estos son los textos en los que se regulan las normas para los grhasthas o cabeza de familia, que hacen una vida hogareña sin descuidar los rituales y el estudio de la Escritura. En dichos textos, se menciona la palabra Puja en el sentido de las atenciones y homenajes que se le deben a un invitado, y es precisamente esta idea la que da significado a la ceremonia.
En una Puja, Dios es nuestro invitado. Cuando se recibía en el hogar a alguien en la antigua India, se le honraba como era debido, dándole asiento, ofreciendo agua para sus pies, cansados de caminar, y ofeciéndole alimento y ropas. En una puja védica, el oficiante se coloca frente la imagen de la Divinidad ( o a un lado, dependiendo de la disposición del altar), y comienza a ofrecerle todos estos objetos.
La cantidad de objetos y su naturaleza difiere dependiendo de las tradiciones, habiendo Pujas de cinco ofrendas (panchopachara), de diez (dashopachara) y de dieciséis (shodashopachara). Existe incluso una ceremonia en la que se ofrecen hasta sesenta y cuatro elementos (chatushashti upachara), pero que no es comúnmente llevada a cabo en los hogares, quedando reservada para ocasiones solemnes.
A grandes rasgos, se ofrece un asiento a la Divinidad. Después se le ofeece agua, se le baña con ricas sustancias tales como agua, leche, yogur y otras; después se le seca y viste con ropas limpias. Se le colocan las marcas sagradas con sándalo y se le ofrecen adornos, incienso, flores y alimento vegetariano. Finalmente se le ofrece el arati, es decir, se le ofrece una luz, pidiendo de esta forma al Dios o Diosa que nos ilumine. El último paso es despedir a la Divinidad para que regrese, una vez honrada, a los mundos divinos. Después se reparte entre los invitados a la ceremonia el alimento ofrecido, que al haber sido tocado por el Dios es ahora prasadam, alimento espiritual.
El hecho de tratar la imagen de Dios como un invitado muy esperado esconde el anhelo profundo del devoto por que su amada Deidad lo visite, pero no en su casa, sino en la profunda e insondable cueva de su corazón. ¡Que todos nos volvamos aptos para hacer esta adoración interna!
Shloka:
Patram puṣpam phalam toyam
yo me bhaktyā prayacchati
tat aham bhakti-upahṛtam
aśnāmi prayata-ātmanaḥ
Si alguien, con corazón puro y devoción Me ofrece una fruta, una hoja o agua, Yo las acepto.
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