Una historia popular de Bengala cuenta que un poderoso rey, bueno y justo, muy interesado en los asuntos espirituales, en una ocasión se hizo estas cuatro preguntas:
¿Dónde está Dios?
¿Qué come Dios?
¿Cuándo ríe Dios?
¿Qué hace Dios?
Dando vueltas una y otra vez a estas cuestiones, finalmente hizo preparar un importante concurso, y convocó a todos los eruditos brahmanes, pandits y sacerdotes del reino, expertos en las Escrituras védicas, prometiendo una cuantiosa recompensa a quien diera respuesta satisfactoria a las cuatro incógnitas.
Sin embargo, a pesar de su erudición, ninguno de los interesados en el concurso pudo responder de manera totalmente satisfactoria para el rey. Las respuestas que los sabiso daban eran vagas o evasivas. Los días y los aspirantes iban pasando, y el rey no hallaba ningún ganador.
Un pobre hombre de campo vestido de harapos que pasaba por el reino vio el revuelo que había alrededor de palacio y preguntó a qué se debía. Cuando le contaron sobre el concurso y las preguntas, el rió y dijo: “¡Oh! ¡Esas son preguntas muy fáciles! Llevadme allí y las contestaré”.
Los ciudadanos temieron llevar ante el rey a un pordiosero, pero al final, la curiosidad pudo más, y fue llevado a la sala del trono. El rey se sorprendió al ver a un hombre de tan mal aspecto sentado ante él, pero era un rey justo y le dio la oportunidad. Preguntó:
”Bien, buen hombre. Dime, si conoces la respuesta: ¿Dónde está Dios?”
El mendigo respondió:
”Oh, rey, antes que eso, deberías preguntar: ¿Dónde no está Dios?”
El rey se vio muy complacido con la respuesta, así que continuó:
”¿Qué come Dios?”
”Oh, rey, el ego, no puede ser otra la respuesta. Dios devora el ego de Sus devotos y así les libera del mal”
El rey, asombrado, continuó:
”¿Cuándo ríe Dios?”
”Oh, rey: cuando el embrión se halla en el vientre de su madre se compadece de sí mismo por tener que regresar a este mundo de dolor. Entonces ora a Dios y le promete que en esta vida será Su devoto y llevará una vida virtuosa para no tener que volver a nacer en otra reencarnación; pero tan pronto es dado a luz, olvida todas sus promesas y se entrega a la vida mundana. Entonces, el Señor ríe compasivamente”.
La sabiduría de aquel pobre mendigo era arrolladora. El rey hizo entonces la última pregunta:
”¿Qué hace Dios?”
”Oh, rey, no puedo responderte a tal pregunta así como así. Para hacerlo, debemos cambiar nuestros asientos: Yo he de sentarme en vuestro trono, y vos en mi asiento”.
El rey vaciló, pero habiendo comprobado el gran conocimiento de su interlocutor, finalmente cedió. Ante el escándalo de los eruditos y pandits, el rey descendió de su trono, sentándose en la esterilla del mendigo, mientras que el mendigo se sentó en el trono del rey. El rey, contemplando al mendigo, esperó la respuesta. Sin embargo, el mendigo calló.
Pasado un buen rato, el rey por fin, preguntó:
”Oh, buen hombre ¿no responderás ahora mi pregunta?”
El mendigo respondió:
”Oh, rey, ya lo he hecho. Esto es lo que Dios hace: a través de las incontables vidas del alma humana, pone a reyes en el lugar de mendigos y a mendigos en tronos imperiales, y constantemente sigue y sigue en este juego. Quien ahora es un rey, puede que en su próxima vida no tenga nada, y lo mismo sucede con el mendigo, pues ni una sola de nuestras posesiones y títulos nos llevaremos con nosotros tras la muerte”.
Todos los presentes no tuvieron más remedio que inclinarse ante la sabiduría del mendigo, quien demostró que la sabiduría no se halla en los libros ni en elevados rangos, sino en el conocimiento experimental y la devoción al Señor.
Shloka:
yoga-sannyasta-karmāṇaṁ
jñāna-sañchinna-saṁśayam
ātmavantaṁ na karmāṇi
nibadhnanti dhanañjaya
Aquel que renuncia a los frutos de la acción, cuyas dudas han sido destruidas por el conocimiento trascendental, y que está situado fírmemente en el Ser, no es atado por las acciones, oh, Arjuna.
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